La modalidad discursiva
Cuando analizamos el despliegue del discurso de un niño o un adolescente en el espacio clínico, nos interrogamos por su modalidad de apropiación singular de la oferta simbólica de la lengua, destinada a otorgarle sentido a su experiencia subjetiva.
Sabemos que el lenguaje como producto histórico-social se presenta como un conjunto organizado de reglas y relaciones de significaciones compartidas, destinadas a hacer posible la comunicación y la transmisión de los recursos simbólicos indispensables para que un sujeto pueda desplegarse en su cultura. Pero el niño no accede a la apropiación del lenguaje en forma neutra a partir de la construcción intelectual de conceptos, sino que lo hace a partir de lo que J. Kristeva (1998) describe como “comunicación pasional y amorosa” con aquellos adultos que le hablan desde mucho antes que pueda compartir ese código de interpretación.
Pasional porque nos remite al origen pulsional de toda elaboración y amorosa ya que involucra el compromiso narcisista en la oferta de recursos simbólicos. Así, en su modalidad de despliegue discursivo se jugará para el niño la lucha entre su experiencia subjetiva y la exigencia de mediación simbólica de sus afectos impuesta por esos adultos que sostienen una función simbólica primaria.
Por eso nuestro objeto de interrogación no es el lenguaje en sentido lingüístico, sino los recursos psíquicos necesarios para que un niño se apropie satisfactoriamente de él, de modo que le permita desplegar simbólicamente la dramática de sus deseos, incluso asumiendo diversas modalidades de restricciones y síntomas.
Entonces nos preguntamos: ¿Quién habla?, ya que analizamos el despliegue discursivo de un sujeto en el que está comprometido la historia y la complejidad de su constitución psíquica; ¿De qué habla?, porque los relatos elaborados manifiestan los sentidos con que expresa su dramática subjetiva; y ¿A quién le habla?, porque el discurso que analizamos es una elaboración particular realizada en un contexto caracterizado por una relación transferencial, que le otorga una significación diferencial de cualquier otro tipo de relato, no sólo en los contenidos expresados, sino también en la forma en que son enunciados.
La elucidación de estos interrogantes nos permite construir hipótesis acerca los recursos simbólicos puestos en juego y las modalidades de elaboración en relación con su problemática singular.
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