Análisis de la modalidad discursiva
Nuestro narrador construye historias inventando personajes y situaciones, a partir de una escena gráfica que desencadena en él la actualización de su problemática subjetiva y le exige el despliegue de sus recursos simbólicos para que su relato tenga un sentido transmisible.
Por eso nos vamos a centrar en el análisis de tres dimensiones centrales para la interpretación de su modalidad subjetiva de despliegue discursivo expresadas en los relatos:
- La presentación y despliegue de los sujetos
- La organización de la temporalidad
- La presentación y despliegue de los conflictos
a. Los sujetos
Los niños con problemas de simbolización suelen producir enunciados fallidos, en donde no es posible reconstruir un sentido desde ese fragmento del discurso. Muchas veces se presentan como quiebres o disrupciones dentro de un relato; otras, frente a una lámina en particular que parece despertar una conflictiva frente a la cual el niño no puede responder con un discurso organizado. En estos casos la dificultad es evidente y el esfuerzo interpretativo se centra en la articulación con los contenidos dramáticos con los que se relaciona (tanto de la lámina como del propio relato). Pero existen otras dificultades que no son tan evidentes y sin embargo nos aportan una valiosa información.
Los sujetos característicos de cualquier relato son explícitos (“la gallina”, “el león”) o tácitos (“él”, “ella” etc.). Mientras los explícitos se caracterizan por presentar sujetos, los tácitos son los encargados de recuperar los sujetos ya presentados a lo largo del relato. Esta modalidad se va acentuando a medida que el niño despliega un dominio mayor sobre el lenguaje, por lo cual es esperable que en niños pequeños (6-7 años) se recurra con mayor frecuencia a la explicitación de los sujetos cada vez que se los nombra. Sin embargo algunos niños con problemas de simbolización necesitan recurrir cada vez a una presentación, como si el hilván del discurso no garantizara la estabilidad de sus sujetos.
En otros casos los sujetos son confusamente recuperados: los pronombres utilizados “él” o “ella” pueden corresponder a varios sujetos presentados o a ninguno; o por ejemplo, cuando se han presentado sujetos singulares y la recuperación es en plural.
En algunas situaciones el sujeto está ausente, y no existe ninguna manera de recuperarlo a partir del discurso, ni con la conjugación de los verbos, ni con la secuencia de acontecimientos que se desarrolla. Aquí no es posible saber “quién” es el sujeto de la acción salvo construyendo hipótesis a partir del contexto del relato (por ejemplo, qué figura de la lámina estaba mirando mientras hablaba, etc.). Esta dificultad representa un apego a la presencia del estímulo figurativo (no resulta necesario decirlo porque está en la lámina), a la situación, al terapeuta (en el que se deposita la capacidad de adivinar las significaciones que no son explicitadas) y al contexto de comunicación en presencia del otro. En consecuencia, evidencia una dependencia tanto en la construcción de significaciones como en la interpretación del sentido que se intenta expresar. Su gravedad estará marcada por su eventualidad o por su insistencia y repetición.
En otros casos hay un intento de explicitación del sujeto pero utilizando recursos extradiscursivos, como los “deícticos”, por ejemplo: “este oso…” donde “este” acompaña al dedo señalando en la lámina, o directamente: “él” (por el oso) señalando el dibujo. Aquí nos encontramos con un intento de explicitación que sin embargo no puede valerse exclusivamente del discurso. Esta característica acompaña los primeros tiempos de adquisición del lenguaje y su utilización es la más frecuente en los niños pequeños; a medida que el dominio se extiende, su uso se hace cada vez más marginal. En algunos niños con dificultades de simbolización sigue manteniendo vigencia, mostrando la necesidad de la presencia efectiva del objeto para intentar convertirlo en sujeto del discurso y el impedimento para nombrarlo en ausencia. En este caso como en el anterior su relevancia se relaciona con la frecuencia de aparición.
En síntesis, es muy frecuente en los relatos de niños con problemas de simbolización que los sujetos sean rudimentariamente presentados, que su recuperación resulte dificultosa, que presenten una escasa autonomía en relación a quien los produce, al contexto extradiscursivo en el que se apoyan y al terapeuta, cuando no se manifiesta directamente la imposibilidad de enunciación.
b. Temporalidad
El despliegue de la temporalidad en el relato está sustentado fundamentalmente en la articulación de las acciones que se presentan.
En los primeros tiempos de apropiación del lenguaje las acciones son simples y se articulan fundamentalmente por sumatoria, por ejemplo: “los pollitos llegaron y comieron y estaban cansados…”, luego progresivamente las acciones van asumiendo una organización que las coordina o las subordina: “como tenían mucha hambre los pollitos querían comer, pero estaban muy cansados así que se fueron a dormir enseguida…”
En los niños con problemas de simbolización se producen diversas dificultades en la organización temporal que son reconocibles a partir de la relación de las acciones con los sujetos y del uso de los tiempos verbales.
Generalmente se observa la preponderancia de construcciones verbales simples que dan cuenta de una dificultad para elaborar predicaciones que supongan la articulación de acciones mediante el uso de construcciones subordinadas o coordinadas. Por el contrario, las construcciones verbales son múltiples, cortas, y referidas a diversos (y en ocasiones indefinidos) sujetos del enunciado. En algunos casos se presentan construcciones verbales compuestas, pero éstas generalmente se producen por añadidura de acciones referidas a un mismo sujeto.
En algunas situaciones nos encontramos con verbalizaciones incompletas por ejemplo: “el león estaba…”, en cuyo caso su significación diagnóstica se relacionará con lo esporádico de su aparición, o por el contrario con su insistencia que marca una modalidad que reviste mayor gravedad ya que se trata de una dificultad para enunciar una simple predicación, que suele relacionarse con patologías más severas en donde existe una dificultad para construir algún orden temporal.
En cuanto a la utilización de los tiempos verbales, los niños con problemas de simbolización suelen utilizar casi exclusivamente un único tiempo verbal, generalmente el presente, que expresa acciones indefinidas, en donde no son reconocibles sus antecedentes y que no culminan en consecuencias explícitas.
Por otra parte, la utilización de un solo tiempo verbal da como resultado un relato fundamentalmente descriptivo, en donde solo se nombran sujetos, acciones y situaciones, sin que se logre la narración de una historia, que requiere la articulación de distintos tiempos verbales y la discriminación de un orden de jerarquización entre las acciones.
Hay relatos que en una primera impresión aparecen organizados narrativamente porque los sujetos son claramente presentados y están relacionados con acciones definidas, pero cuando son analizados en relación a la articulación temporal, descubrimos que no cuentan una historia sino que solo presentan acontecimientos. Estos relatos nos permiten elaborar hipótesis acerca de la modalidad defensiva puesta en juego por el niño, analizando si se presenta frente a una lámina (o varias) en particular relacionándose con determinados contenidos conflictivos, o se trata de una modalidad general de elaboración.
En el discurso oral es muy común la utilización de nexos temporales y causales tales como: “antes”, “después”, “porque”, “entonces”, etc., para reforzar el ordenamiento temporal, pero muchas veces estos nexos son utilizados como simples muletillas, para la continuidad de la enunciación. Por eso resulta importante analizar su función y no solo su simple presencia para otorgarles una significación de historización.
La historia narrada es un trabajo de metaforización de sus significaciones históricas, que el niño construye a partir de las mediaciones del discurso. El lenguaje se constituye en una herramienta que le permite construir analogías de sus pasiones, sus conflictos, sus deseos y temores, elaborando un puente entre su trabajo psíquico de ligazones, desligazones y religazones, y su trabajo de representación expresado en el discurso.
Las dificultades en la organización temporal expresan la ausencia de una trama narrativa. Sin narración historizada el niño no puede expresar en su discurso un lazo entre sus problemáticas internas y la representación en palabras de sus sentidos. El discurso no cumple una función simbolizante que le permite reelaborar sus significaciones históricas, sino solo una “armadura” alienante que le permite distanciarse defensivamente de su conflictiva.
c. Conflictos
Teun Van Dijk (1983) caracteriza todo relato narrativo compuesto por tres elementos siempre presentes: el marco, el nudo y el desenlace:
El marco da cuenta del contexto en el que se desarrolla la historia. Puede ser explícito o interpretarse por una serie de elementos enunciados a lo largo del relato.
El nudo es el núcleo de lo que cuenta la historia y puede desarrollar o no conflictos.
El desenlace cierra la narración y depende del desarrollo del nudo en cuanto a su función de resolver los conflictos si fueron presentados.
En algunos casos los relatos de niños con dificultades de simbolización carecen de un marco, perdiéndose así la ubicación del contexto de la historia narrada. En cambio, cuando los relatos son fundamentalmente descriptivos como desarrollábamos anteriormente, se constituyen en un puro marco, en donde se presentan situaciones sin que caractericen algún nudo argumental. O se presentan nudos que carecen de conflictos y solo organizan de una forma más compleja la descripción. Pero muchas veces los nudos presentan conflictos que asumen una dramática tan intensa que no pueden ser desarrollados y quedan sin resolución. Aparece dificultada la posibilidad de desplegar sus consecuencias y sus efectos, operándose un corte arbitrario que finaliza la historia solo formalmente, o esta es abandonada abruptamente. Por ejemplo: “¡el tigre lo va a comer! ….ya está”. Cuando se presentan conflictos, éstos se constituyen en el eje organizador de la trama, ya que le otorgan sentido tanto a la presentación de personajes y situaciones, como a las consecuencias de los acontecimientos que se producen y a la forma en que se resuelven.
La posibilidad de despliegue de conflictos en la narración es una función compleja que requiere de recursos lógicos que permiten la enunciación de características contradictorias o de relaciones de oposición puestas en juego en el relato. Estos recursos pueden ser desplegados por el niño cuando responden a una modalidad de elaboración simbólica de sus conflictos psíquicos.
Sabemos que el conflicto psíquico expresa la necesidad de la relación entre los sistemas inconsciente-preconsciente-consciente, que enriquece la función sustitutiva de la actividad representativa, otorgándole al lenguaje el lugar de herramienta mediadora.
El investimento por parte del niño de las posibilidades que ofrece el discurso para producir un sentido transferible a sus afectos, nos conduce a analizar la función del “yo” como historiador del sujeto (P. Aulagnier, 1976), como instancia encargada de construir el entramado de enunciados que le dan sentido histórico a su conflictiva. Por eso le otorgamos un papel importante a sus aspectos inconscientes.
Nuestro trabajo reside entonces en poder captar y comprender en los indicios de la modalidad de despliegue del discurso del niño, la polisemia de sus significaciones, para construir hipótesis del sentido que representan de su conflictiva singular, y trabajar esos mismos recursos, favoreciendo la elaboración simbólica de sus conflictivas.
La apropiación del lenguaje no es un simple proceso de adaptación a la imposición de significaciones sociales sino un largo y complejo trabajo de creación subjetivizadora que utiliza dichas significaciones para ampliar el alcance de sus simbolizaciones.
En el encuadre clínico el discurso tiene un alcance proyectivo que posibilita un análisis tanto de los contenidos expresados como la forma de enunciarlos. El análisis combinado de forma y contenido nos permite una riqueza interpretativa de la modalidad singular de simbolización.
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