Resumen

resumenLa memoria semántica es aquella que nos permite construir, almacenar y acceder a los recuerdos de los significados de los conceptos, a la comprensión de esos recuerdos y a disponer de todo otro conocimiento basado en ideas sin tener necesidad de recuperar las experiencias fácticas en las que las obtuvimos. Una característica definitoria de los modelos tradicionales de memoria semántica es que, como observadores introspectivos, no conocemos con seguridad su origen. Esta memoria no se representa en términos de tiempos y lugares específicos. La memoria semántica refiere a nuestro conocimiento sobre la lengua y los hechos sobre el mundo. Puede ser pensada como la confluencia de un diccionario, una enciclopedia y un tesauro, todo ello en uno.

Comprender la relación entre el significado de una palabra y el mundo al que se refiere, la relación entre esa palabra y la representación conceptual a la que sirve de etiqueta y, finalmente, explicar la comprensión recíproca entre dos hablantes que comparten esa misma palabra, no constituye un problema menor para los modelos de memoria semántica. ¿Cómo puede una palabra ser la misma y aludir a tantos significados diferentes? ¿Cómo dos hablantes que atribuyen a ciertas ideas un significado muy particular y diferente pueden, al mismo tiempo, comprenderse mutuamente y creer saber a lo que se están refiriendo? El significado de un concepto no emerge directamente sólo de las propiedades intrínsecas del mismo. El significado no trata de un atributo que se debe descubrir como si fuese una propiedad inherente al objeto en cuestión, ni la labor del sujeto consiste en develar dicho significado. En lugar de ello, el significado emerge del peso relativo de todas y cada una de las relaciones fácticas, ideativas y emocionales que como personas hemos logrado establecer en nuestra historia con el objeto al que la palabra hace referencia.

Para dar cuenta de estas cuestiones se han desarrollado en los últimos 40 años diversos modelos que han tratado de explicar la organización estructural y el funcionamiento de la memoria semántica y su relación con las otras memorias con respecto a las cuales se ha logrado establecer su independencia funcional y, recientemente, la base neurológica de sus circuitos.   

Una forma comúnmente aceptada de validar las propuestas teóricas ha sido tratar de encontrar evidencia clínica empírica respecto de los procesos psicológicos que se dan durante el desarrollo y en la clínica neuropsicológica.

A partir de revisar los alcances y restricciones de diferentes posturas teóricas, hemos abordado cómo se organiza la memoria semántica durante el desarrollo psicológico. Así, hemos visto que algunos investigadores consideran que los significados se construyen a partir de nuestras creencias y conocimientos acerca del mundo -por ejemplo, podemos comprender que un perro es de todos modos un perro a pesar de no tener cuatro patas, porque hay algo “esencial”, más allá de lo observable, que lo hace ser lo que es-. Otros enfatizan que la entrada sensorial -aquello que percibimos- es suficiente para adquirir conceptos.

También hemos visto que si bien tradicionalmente se enfatizó que el desarrollo implica un progreso hacia el pensamiento abstracto, que posibilita organizar lógicamente la información que nos rodea, en la actualidad la evidencia indica que incluso los adultos jóvenes educados -aunque en menor medida en ese último caso- se valen del conocimiento temático, conformado por relaciones espaciales, temporales y funcionales entre objetos y personas. Se ha interpretado que dicho conocimiento es tan útil como el taxonómico, puesto que guía nuestro comportamiento en diversas situaciones -por ejemplo, nos permite saber qué hacer cuando tomamos un transporte público-. De modo que cumple una función organizativa esencial en la cognición, que complementa el conocimiento taxonómico, caracterizado por simplificar nuestro abrumador mundo perceptivo por medio de inferencias que, a partir de un objeto, se aplican a otros no idénticos pero que comparten propiedades.